¿Caminando hacia la luz?

Posdata de un 2007 turbulento

Es de noche y un hombre está arrodillado buscando sus llaves del coche debajo de una farola. Una mujer pasa por allí y le ayuda. Al cabo de un rato de estar buscando la mujer le pregunta al hombre: “¿Estás seguro que se te cayeron aquí?”

El hombre responde: “No, creo que se me cayeron en otro sitio.”

“¿Entonces porque estamos buscando aquí?” Pregunta ella.

“Porque aquí es donde hay luz.”

A principios del 2007, el colectivo Turbulence (turbulencia) solicitó 14 artículos del ‘movimiento de movimientos’ global, preguntando a los autores: “¿Qué significaría ganar?” Editamos las respuestas en un periódico e imprimimos 7.000 copias, la mayoría de las cuales fueron distribuidas en la movilización en contra de la cumbre de los G8 en Heiligendamm, Alemania, en Junio. Unos meses más tarde, queremos volver a la cuestión de ganar.

En cuanto reemprendemos nuestra búsqueda no es ninguna sorpresa que repetidamente encontramos el problema de visibilidad. Cuando pensamos en ganar, nuestros ojos se mueven hacia aquello que es visible o fácil de medir, como por ejemplo cambios institucionales o legislativos, la apertura de un centro social o un incremento en activistas. Ahí es donde está la luz. Pero también necesitamos examinar las victorias en las posibilidades quizás menos tangibles pero igual de reales. Ganar en este sentido quizá significa un potencial incrementado, cambios de percepción o maneras de comportarse. Aunque estas parezcan existir en la frontera distante de la zona luminosa.

Este problema nos lleva a otro: nuestras experiencias crean su propia luminosidad y en consecuencia sus propias zonas oscuras. Cuando pensamos en ganar nos acercamos a movimientos, personas, eventos con los que estamos familiarizados; y tenemos expectativas de cómo deberían ser las cosas si estas tuvieran que constituir una victoria.

Entonces ¿cómo podemos traspasar nuestra ceguera nocturna cuando nos movemos más allá de lo familiar? De alguna manera, esta habilidad de mirar hacia fuera de nosotras mismas fue el factor clave de Heiligendamm.

HEILIGENDAMM: ¿UNA REPETICIÓN DIFERENTE?

En muchos sentidos la cumbre del G8 en la costa báltica alemana de este año fue lo que ya esperábamos que fuera: una repetición de movilizaciones contra-cumbre, al menos des de Seattle (Praga, Gothenburg, Génova, Evian, Cancún, Gleneagles…). Cada una de estas ocasiones atrajo una extensa constelación de actores juntadas en cooperación productiva. Cada una abrió un espacio y puso en marcha procesos de contaminación (a menudo de escondidas) que fueron la clave para la politización de una generación de militantes. De un lado, gente lanzaba desafíos a la legitimidad del comando global (el rechazo a dialogar, cortar carreteras hacia la cumbre); del otro, se producieron temas en común y mutaciones, en los campamentos y en los centros de convergencia, durante debates y acciones.

Pero movilizaciones en contra de cumbres anteriores ya nos demostraron los limites de este tipo de eventos. Después de Seattle, en 1999, apareció claramente que el afecto producido en acciones de calle masivas no se traduciría automáticamente en practicas de transformación diaria. Dos años después en Gothenburg y en Génova se demostró el precio que un movimiento entrando en una lógica de conflicto casi-simétrica tendría que pagar (encarcelación, daños y muerte). Y Gleneagles 2005 demostró como los deseos de un movimiento pueden ser capturados y utilizados en contra propia, con 300.000 personas manifestándose a favor del G8. Entonces si tantas ya habían visto los limites de movilizaciones en cumbres, y Heiligendamm siempre había prometido ser más de lo mismo, seguro que la ultima cosa que iba a ser es ¿ser diferente?

A veces, sin embargo, lo que aparece como una mera repetición no es en realidad una repetición en absoluto; al menos no en el sentido que es simplemente lo mismo ocurriendo una y otra vez. Entonces en vez de volver a un punto particular en un circulo (‘Llevando Seattle a Alemania’, por ejemplo), el momento en Heiligendamm era empezar de nuevo con un proceso de pertenecer imprevisible – con la esperanza que fuera más allá de los logros y limites del pasado. Menos una repetición que intentaba hacer mímica, más un nuevo experimento en la producción de políticas; sobrepasando en vez de reafirmando las identidades existentes.

Durante las preparaciones anteriores a la cumbre, los grupos metidos en la organización de la protesta experimentaron algo así como una reconfiguración. Iniciaron algunos pasos significantes hacia volverse un ‘movimiento de movimientos’ más genuino. Una ‘coreografía de resistencia’ común fue construida y diseñada por un espectro de grupos amplio – des de la izquierda autónoma radical hasta gente organizando sesiones de rezo inter-confesionales en contra de la pobreza. Mientras grupos algo más radicales intentaron poner los términos de la coalición (un rechazo de la legitimidad del G8 junto a una tolerancia hacia distintos métodos de acción), había un deseo de compromiso y de llegar a puntos de acuerdo comunes en relación con que acciones eran apropiadas donde y cuando. De esta manera Heiligendamm se movió más allá del principio de ‘diversidad de tácticas’ que se había vuelto frecuente, y volvió al proceso anterior de polinización cruzada. En vez de distintas corrientes políticas usando distintos métodos de acción – en un espirito de solidaridad pero sin comprometer sus propias identidades – el trabajo desarrollado en Alemania fue en la dirección de ‘volviéndose-otra, juntas’. Esto significó diseñando y practicando colectivamente nuevas formas de acción nuevas para todas, acciones y alianzas que llevaron a la gente más allá de sus zonas conocidas y hacia la constitución practica de nuevos comunes, y por lo tanto de potencialidades comunes.

¿CÓMO VAMOS?

Aunque Heiligendamm no fue el punto alto cuantitativo en la historia del movimiento contra-globalización (a medida de números, Génova y Gleneagles fueron los dos atendidos por cuatro veces más de personas), en otros respetos si que pareció que un nuevo punto alto cualitativo fue alcanzado. Fue una ‘victoria’ porque era un momento reconstitutivo, no sólo para la izquierda alemana. Pero algo faltaba en este afecto de victoria: el sentimiento de haber derrotado el otro lado. Por supuesto, marcamos con algunos éxitos en contra de la policía y los organizadores de la cumbre con nuestros bloqueos de masa. Pero la canciller alemana Merkel ganó legitimidad cuando pareció forzar a ‘los recalcitrantes americanos’ en un acuerdo sobre cambio climático. ¿Y el G8? Esta celebrando la cumbre de Heiligendamm como una de las más exitosas. Consiguió crear la impresión que los lideres mundiales están afrontando el ‘reto global’ del cambio climático.

Cuando el G8 empezó a ser el blanco de protestas masivas hacia el final de los 80, era bastante fácil apuntar a la ilegitimidad intrínseca de sus actividades. En la cumbre de Cologne en 1999, cuando de forma patosa respondió a las acciones de movimientos sociales en el Sur global (y algunas ONGs del Norte) con programas de alivio de la deuda externa, casi nadie los tomó en serio. Pero el G8 sé reinventó a sí mismo. Dejó de ser un lugar únicamente para que los grandes poderes capitalistas discutieran sus diferencias largamente y se convirtió en un circo mediático que se presenta como el único foro capaz de tratar con preocupaciones globales. Dicho de otra manera, en cuanto el G8 empezó a caer bajo ataque, su objetivo se convirtió en la re-legitimación de su autoridad global. Y aprendió sus lecciones muy bien. En Gleneagles, una gran operación de ONGs patrocinadas por el gobierno británico vio a 300.000 personas aparecer, no para manifestarse en contra del G8, pero para darles la bienvenida y ‘LOBBY’ el G8 a favor de cancelar deuda externa y ayudas para África.

La iniciativa perdida en Escocia – donde las manifestaciones fueron secuestradas por una eficiente ofensiva de Relaciones Públicas – fue exitosamente recuperada en Heiligendamm: el objetivo explícito de todas las acciones considerables fue la deslegitimación del G8. Aunque el problema fue que el G8 otra vez se había movido, ahora intentando conseguir legitimidad, apareciendo responder a la preocupación generalizada sobre el cambio climático. Y hay es donde nos perdimos. Las acciones llevadas a cabo en Alemania fallaron en presentar un desafío político a la relegitimación en el tema del cambio climático, el cual se había convertido en un nuevo terreno clave de lucha.

¿Cómo ocurrió esta situación? Una de las razones es que todavía no existe una narrativa ‘alternativa’ lo suficientemente amplia a la nueva agenda verde capitalista: no obstante, sea como sea de mala su historia, no hay nada más en oferta. Pero el problema es más profundo que esto. La narrativa del G8 en soluciones sobre el cambio climático es una ficción, igual que lo fue con hacer la pobreza historia. Pero no podemos contrarrestar esto con una ficción propia: en este momento no sabemos como ‘solucionar’ el cambio climático. Ninguna de nosotras es capaz de ver lo suficientemente lejos o de forma suficientemente clara. Todo lo que podemos hacer es pasar de un charco de luz a otro.

¿QUÉ HAY EN UN LIMITE? CAPITAL, CRISIS Y CAMBIO CLIMÁTICO

No es ninguna coincidencia que hablar sobre el G8 lleve directamente ha hablar sobre cambio climático. Para movimientos, representa la posible emergencia de un enfoque nuevo, demostrado por el zumbido en la opinión publica y en acontecimientos como el campamento climático en el Reino Unido, que parece, va a ser repetido en Alemania, Estados Unidos, Suecia y otras partes en el 2008. Des de la perspectiva de gobernabilidad y capital, se esta convirtiendo en un elemento clave en la gestión del sistema global, tanto al nivel de toma de decisiones y al de legitimación política, sin mencionar huecos de nuevos mercados. En el espacio entre movimientos y gobernabilidad, se ha ilustrado la ambigüedad y complejidad de la cuestión de ‘ganar’. Si el énfasis del activismo ecologista de los últimos años ha sido aumentar la conciencia sobre la amenaza del cambio climático, entonces el 2007 ha de verse como el año en el que ‘nosotras ganamos’. La cuestión ahora está en todas partes, y todo el mundo habla de ello, políticos y empresas grandes incluidas.

Pero es precisamente esta victoria que podría convertirse en una derrota. Tenemos que convertir la preocupación global sobre el cambio climático en una nueva forma si de hecho debe cambiar el estado actual de las cosas (es decir, reducir radicalmente las emisiones de dióxido de carbono en un periodo de tiempo corto). En parte esto significa construir una nueva historia, una que sea capaz de poner fin al que el tema se convierta en una oportunidad inmensa de creación de ganancias para el capital. Sin esto, es fácil ver como el cambio climático esta siendo usado para lanzar un nuevo régimen de austeridad en las gobernadas, y para excusar medidas como la incrementada ‘seguridad’ y controles fronterizos cuando tensiones geopolíticas se desarrollan. Pero si la lucha va a ser algo más que una disputa de la opinión publica – una donde solemos estar por detrás – entonces también debe llevarse a cabo al nivel de reproducción social y de producción.

Es común pensar sobre el cambio climático como algo técnico – un problema medio-ambiental que requiere una solución técnica-ambiental: el problema es demasiado dióxido de carbono yendo a la atmósfera, así que la solución es reducir estos niveles a unos niveles ‘aceptables’ a través de innovación tecnológica, la legislación del gobierno y el publico ‘poniendo su granito de arena’. Pero hay dos dificultades en esto. Primero, casi todo lo que hacemos tiene que ver con el uso de combustible fósil y las emisiones de CO_ resultantes: des del trayecto al trabajo hasta cuando llamamos para avisar que estamos enfermas para poder mirar DVDs. Segundo, los cortes necesarios (un 60-90% antes del 2050) son tan amplios que requieren cambios dramáticos, y no se pueden resolver simplemente con reuniones de los ministros medio-ambientales del mundo.

Una manera alternativa de entender el cambio climático es en términos de metabolismo. El metabolismo del planeta tierra, su habilidad de procesar carbono, va a una velocidad menor que el metabolismo del capitalismo contemporáneo. La economía esta en una etapa de colisión con la biosfera. Aquí es donde hablamos sobre un limite a la expansión del capital y a una posible crisis de acumulación.

Para el capital, limites son peculiares. El capital tiene una dinámica interna de expansión que debe ser satisfecha, así que los limites deben ser ignorados, subvertidos, apartados, o de alguna otra manera superados. Y el secreto de la longevidad del capital esta precisamente en su habilidad para usar limites y crisis engendradas como un trampolín para una nueva ronda de acumulación y expansión. Un buen ejemplo de este dinamismo es la aparición de la fase capitalista llamada Keynesiana/Fordista. Los altos niveles de organización de la clase trabajadora industrial durante la primera mitad del siglo XX – no solo la Revolución Rusa sino luchas intensas en todo el mundo – aparecieron como un limite a la expansión del capitalismo, amenazando no solo con parar la acumulación pero a destruir el sistema de una vez por todas. El estado del bienestar fue un resultado directo de estas luchas, pero también fue una manera de neutralizar esta amenaza. Y uno de los miedos más grandes del capital fue lanzar un pacto de productividad que de hecho transformo este limite en el motor de una nueva fase de crecimiento capitalista.

¿Qué nos dice un análisis de la respuesta genérica del capitalismo a las crisis-limite sobre las respuestas probables al cambio climático? No cabe duda que el cambio climático es un limite que presenta tantas oportunidades como peligros al capital. Muchos están saltando a la posibilidad de tomar este nuevo limite, esta crisis potencial, y volverlo en un nuevo motor para la acumulación. Mira el clamor para comprar y vender los derechos para emitir carbón: créditos de carbón, compensación por emisiones de carbono, cuotas de emisión vendibles, futuros de carbón. Y luego hay el consumismo ecológico: coches ecológicos, paneles solares, reformas ecológicas del hogar. ¿Podría el cambio climático inyectar un nuevo dinamismo a la economía global? ¿Estamos viendo una nueva, fase ‘ecológica’ del capitalismo, donde la atmósfera se abre como el ciberespacio lo hizo en los 90? Es posible. ¡Y también es obvio que esto no va a reducir las emisiones de carbono radicalmente!

Una solución capitalista será, como el capitalismo. Igual que los efectos del cambio climático son desiguales, teniendo un efecto mucho más devastador en las pobres – mira el impacto del huracán Katrina en Nueva Orleáns, o el tsunami del este asiático en Aceh – así toda la colección de soluciones también estará preparada para reforzar jerarquías existentes. La mayoría de los impuestos ‘ecológicos’ incrementaran el precio de productos y servicios básicos, limitando la movilidad y el acceso a comida y calefacción. ¿Acceso a viajar, comida y confort unidos a la posesión de dinero? No hay novedad ahí, por supuesto: simplemente las reglas del juego como ya las conocemos. Excepto ahora estarán justificadas bajo el pretexto que son necesarias para salvar el planeta. Espera que el capitalismo ‘ecologista’ sea un nuevo régimen de austeridad y disciplina, impuesto en las pobres más que en las ricas en el nombre del ‘bien común’.

EL OJO DE LA TORMENTA

Pero el capitalismo no es ni todo-conquistador ni invencible. Si el cambio climático pueda que abra un momento de crisis, vale la pena intentar entender cuales son sus dinámicas.

Un aspecto clave es la variable del tiempo, entendido de dos maneras distintas. Primero, hay el problema de desfase. Los resultados de distintas decisiones, en términos de cambio climático, son sentidos décadas más tarde. Debido a la inercia termal del sistema climático hay un gran desajuste temporal entre causa y efecto. Esto significa que los impactos del cambio climático se convierten en impactos ‘fuera de control’, y pueden quedarse así durante varias décadas. Segundo, toda la evidencia científica apunta a la urgencia del problema. Si vamos a evitar los ‘puntos irreversibles’ – puntos en los que el cambio climático se convierte potencialmente irreversible y catastrófico para la mayoría de la población de la Tierra (la muerta de la selva del Amazonas siendo un ejemplo) – emisiones tienen que ser reducidas drásticamente en la próxima década.

Hay un lado positivo en este sentido de urgencia. Mucho del activismo ‘de toma de conciencia’ de los últimos diez años trabajó sin ningún tipo de variable de tiempo; se dirigía ‘al publico’, un ‘otro’ general que necesitaba estar ‘informado’ de lo que esta pasando. Precisamente por esto, no había fechas límite generales, no había un calendario conjunto y total, no había un sentimiento de intensificación, no había objetivos particulares; cuando todo siempre ocurre ‘ahora mismo’, no hay ese tiempo. La urgencia del cambio climático levanta preguntas importantes que solo existen por la variable del tiempo; son cuestiones de estrategia y tácticas.

Y aquí volvemos a la cuestión de ganar. Por ejemplo, algunas sugieren que nada tan inmenso puede ser hecho en tan poco tiempo, y lo mejor que se puede hacer es empezar a preparar-nos ahora para lo peor. Casi mejor apaguemos las luces y marchemos alegremente a la oscuridad. Otras han dicho que el problema es tan enorme y tan urgente que tan solo un órgano central es capaz de acarrear la tarea. Enfrentados al abismo de lo desconocido es tentador volver a la luz reconfortante del estado. Pero este resplandor discordante deslumbra tanto como ilumina.

Toma por ejemplo los viajes aéreos. El crecimiento en aviación es claramente un problema ecológico masivo, por lo tanto es fácil ser atraydas en apoyar nuevos impuestos sobre volar, digamos, o incluso ver gente que vuela como parte del problema. Pero centrarse en este aspecto puede dificultar ver otras dinámicas. Restringiendo nuestra autonomía o fortaleciendo instituciones capitalistas y estatales, algunas soluciones por el cambio climático pueden impedir otras luchas y hacer más difícil afrontar las grandes causas del cambio climático. Lo que es necesario es una lente – un enfoque o una ética – que nos permita preguntar como las políticas del cambio climático pueden resonar con otras luchas. No porque los movimientos necesiten una conexión explicita, a conciencia para resonar una con otra; no la necesitan. Pero sí que necesitamos llevar a la luz resonancias y disonancias. Una vez podemos ver los caminos, son más fáciles de seguir.

¿CAMBIAR EL MUNDO TOMANDO EL PODER?

Los últimos años han visto la alza y el establecimiento de gobiernos en distintas tonalidades de rojo a través de América Latina. La Venezuela de Chávez, la Bolivia de Morales y el Brasil de Lula han generado una gran discusión internacional. Pero también existe el Ecuador de Rafael Correa, el Uruguay de Tabaré Vasquez, el retorno de Daniel Ortega en Nicaragua y, de forma más contenciosa, Michelle Bachelet en Chile y los Kirchners en Argentina. Estos procesos nacionales no son independientes, pero comparten dos temas relacionados: primero, el modelo neoliberal se ha quedado vapor en la región; y segundo, el movimiento de movimientos ha sido capaz de hacer su marca al nivel institucional.

Pero ¿qué hay que pensar de este suceso institucional? Alguna gente ve estas victorias electorales como el único resultado concreto de los años post-Seattle. En este sentido, ‘ganar’ también seria la derrota del ‘movimientismo’ de aquel periodo: la confirmación de que es imposible ‘cambiar el mundo sin tomar el poder’. Por esta lógica, todo lo que queda para hacer es asegurar que, una vez en el poder, todos los partidos y grupos que se montaron en esa ola de resistencia son capaces de producir cambio dentro de las restricciones institucionales. Más lejos, estos partidos y grupos que han ascendido al poder deben ser forzados también dentro de lo posible a transformar instituciones de manera que sean más permeables a esta ‘presión de abajo’. Se da por sentado que tal presión tan solo puede asumir su papel si es capaz de ser traducida en formas institucionales.

Mientras que no debemos despreciar los avances que están ocurriendo en muchos lugares de América Latina, vale la pena hacer una pausa para considerar las implicaciones de este punto de vista sobre el cambio social.

De entrada, es importante no olvidarse de algunas diferencias importantes entre estos países. Es solo el caso de Morales que directamente corresponde al retrato de una ola de resistencia creciente que lleva a victoria electoral. La historia de Bolivia en los últimos diez años ha sido puntuada por momentos de radicalización que fueron siempre recuperados dentro del sistema político existente, solo para tener su resolución denegada otra vez. A la que los episodios de resistencia fueron más frecuentes y poderosos, forzaron la reorganización sistémica que llevo el MAS (Movimiento al Socialismo) de Morales al poder. En el caso de Brasil, una ola similar ocurrió en los 80, y fue derrotada en las urnas tres veces hasta que Lula fue elegido. Para entonces, el Partido de los Trabajadores (PT) se había convertido en la traducción en política de partido de un movimiento en decaída (con la posible excepción del movimiento de los trabajadores sin tierra, el MST). En Venezuela, a pesar de un enfado difuso a la impermeabilidad de las instituciones y las políticas implementadas en los 80 y los 90, no había un movimiento en si. Chávez ha actuado como un catalizador para la intensificación de la movilización y participación que es único en la historia de Venezuela. Queda por ver si él fue solo el catalizador, o si él se ha vuelto ahora la columna sin la cual todo podría derrumbarse.

Todavía más importante, la idea que estas victorias electorales son el único resultado práctico de la ultima década es algo defectuoso en dos sentidos. Primero, presume que la ‘política’ tan solo ocurre en lugares institucionales donde normalmente miramos hacia ella. Esto descarta toda una serie de redes, infraestructuras, conocimiento, culturas y etcétera – una red difusa de inteligencia y memoria colectiva que es activa siempre de una manera u otra, siempre produciendo cambio, y cristalizando como una fuerza antagonista en puntos cruciales. La intensificación de la resistencia en Bolivia antes de la victoria del MAS es un buen ejemplo. Lo que ‘desaparece’ después de cada punto de ignición ‘volvería’ más grande y más fuerte. Y podría hacerlo porque nunca se fue.

Segundo, ignora el hecho que movimientos, mientras continúan moviéndose, tienen maneras de efectuar y producir cambio que no necesita pasar por, o incluso ser reconocido por, políticas institucionales. Pueden hacerlo, dando algunos ejemplos, transformando el discurso publico, haciendo legislación inaplicable, o simplemente a través de la autogestión y la auto-constitución autónoma.

¿QUÉ PASA SI HAY UN NUEVO CICLO DE LUCHAS Y NO NOS HAN INVITADO?

Esta cuestión del poder de los movimientos nos vuelve a llevar donde empezamos. Tal y como el periódico Turbulencia explicó, hemos tenido tres razones principales para producir una publicación para la cumbre del G8 en Heiligendamm. El primero, muy pragmático, fue que seria relativamente fácil distribuirlo a un amplio grupo de lectoras. El segundo fue que en nuestra experiencia las movilizaciones en cumbres son espacios donde la gente está más abierta a otras ideas.

El tercero incluye una apuesta más compleja. Des de Seattle, las movilizaciones en cumbres han sido la cara más visible del movimiento de movimientos, la manera en que su papel como una fuerza global se manifiesta de forma más explicita, y también los momentos en que su fuerza y orientaciones pueden ser estimadas. Pero de la misma manera es en las movilizaciones en cumbres que todas las limitaciones potenciales del movimiento han sido más aparentes.

En un nivel, la apuesta fue lo que todo el mundo se preguntaba de camino a Heiligendamm: ¿Cómo va a ser este acontecimiento relevante socialmente, grande, transformativo? ¿Será este el último aliento, un nuevo comienzo, o ninguno de los dos? Y, de forma igualmente importante, lo que sea, ¿cómo lo reconoceremos?

Pero si criticamos los que únicamente reconocen cambio al nivel institucional, ¿no son los ‘movimientistas’ igualmente culpables de buscar respuestas en los lugares habituales? Aquí estamos otra vez escribiendo sobre protestasen cumbres y contra-cumbres. Quizás el punto muerto de los últimos años ha surgido precisamente porque la gente ha fallado a ver las respuestas en los lugares donde buscaban, y no empezaron a buscar en otros. Sea como sea de borrosa la imagen en el espejo, ¿no nos hemos vuelto algo enamoradas de ella en vez de mirar alrededor? ¿Y si hay un ‘nuevo ciclo de luchas’, y no estamos invitadas?

Piensa en lo que ocurrió en las banlieues Francesas en el otoño del 2005 (y parece re-emerger mientras escribimos). Cualquiera en la izquierda ‘establecida’ – partidos políticos, sindicatos, ‘activistas’; si sabes de quien hablamos, ¡tu perteneces a esta categoría! – quien mantiene que los que se levantaron están ‘con nosotras’ en un sentido categórico seria culpable de apropiarse la lucha de otra distorsionándola. Es cierto, luchan en contra de muchas cosas a las que nos oponemos. Pero miremos a la reacción de la izquierda establecida, en tres líneas generales. O bien las banlieues son traídos a un marco ya fabricado, y se convierten en la ‘prueba’ de algún ‘nuevo etapa del capitalismo’. O significan el terror de una disolución social que requiere la intervención del estado para redistribuir riqueza y acceso a oportunidades al largo termino (pero posiblemente también patrullar a corto plazo, para prevenir una guerra civil). O representan un ‘otra’ romántica, abstracta al que su radicalidad no comprometida, dura – a imagen de póster de revolución – se repaga con una solidaridad igualmente abstracta.

Si esto es todo este ‘nosotras’ – partidos, sindicatos, ‘movimientistas’ – tenemos para ofrecer, vale la pena reconocer que somos parte del problema. Incluso las miembras más radicales de la izquierda establecida simplemente pudieron interpretar los banlieues como una erupción de negatividad pura, una ‘fuerza de la naturaleza’ en lugar del trabajo de gente real. Para el política establecida, es la cara del miedo: estamos al borde de una guerra civil! Para otras, es en si mismo nada, pero como una cantidad desconocida puede ser encajada en cualquier parte de la teoría: ‘¡Ves, confirma nuestras predicciones!’ Esto ultimo simplemente elimina el evento; cualquier otra cosa que hubiese pasado hubiese significado lo mismo. Los dos primeros reconocen un evento, pero lo ven como algo tan lejos de cualquier explicación que tan solo puede ser un precursor del fin del mundo (algo para celebrar o lamentar, dependiendo de tus gustos).

En conjunto, las tres posiciones ignoran el hecho que, si las banlieus, presentan un problema, este es un problema de carne y huesos. Las banlieus revelan un hueco en un nuestro conocimiento: mientras ese hueco no sea ocupado por banlieusards – encontrados en sus propios términos, introducido por sus propias voces – ‘nosotras’ estamos alimentando el juego que les excluye. Peor, posando como interpretes de aquellas con las que no hablamos, ‘nosotras’ activamente reproducimos este juego. Y hay una divisa política a ganar, incluso para los grupúsculos más marginales de la izquierda, pretendiendo hablar en nombre de los que están fuera de las puertas de la fortaleza. El desafío real, entonces, se encuentra en abrir las puertas a aquellas que están fuera de ellas de forma efectiva. O incluso mejor, en derrumbar la fortaleza. Pero este tipo de coordinación tan solo se puede llevar a cabo trabajando con gente real. Hay poco ha ganar en hacernos creer (y halagar) que sentimientos abstractos de ‘solidaridad’ cuentan de ninguna forma real.

Otro ejemplo: des de hace más de un año, distintas ciudades del estado español han visto un movimiento único unirse alrededor de la frustración con la imposibilidad de tener ‘una vivienda digna’ frente a la especulación inmobiliaria rampante. El movimiento empezó cuando, en el punto fuerte de las protestas anti-CPE en Francia, un individual anónima envió un correo electrónico convocando un día de protesta por una ‘vivienda digna’. El correo electrónico dio sus vueltas, y en el día convocado, cientos de personas – des de taxistas a peluqueras, y también ‘activistas’ – salieron a la calle. Al segundo día de protestas auto-convocadas había miles. Des de entonces se han creado asambleas locales, muchas de las cuales todavía funcionan.

Las reacciones de ‘activistas’ a esta lucha por la vivienda han sido interesantes. Han ido des de confusión (‘¿Cómo puede que haya una protesta y yo no sé quien la ha convocado?’), a un deseo de quedarse en segundo plano (‘En la asamblea todas somos iguales, la gente no tendría que esperar que nosotras tengamos nada especial que decir’), a un reconocimiento de cómo su conocimiento especifico podría ser útil (‘Bueno, yo organicé una protesta una vez, y reconozco que funciona mejor si lo hacemos así…’). Gente con menos historia en política, por otro lado, a veces parecía ir en la dirección contraria: de forma notoria, la asamblea de Madrid discutió en un momento si deberían suscribirse a una protesta que no convocaron – ‘Ahora que nosotras somos el espacio en el que el movimiento se organiza, deberíamos ser las únicas que deciden estas cosas’; ‘Pero ¿no empezó todo esto con una manifestación espontánea? ¿No fuiste?’; ‘¡Sí que fui, pero eso fue antes que existiera la asamblea!…’

Todo esto subraya el punto que, da igual que significado le demos a la etiqueta ‘movimiento de movimientos’, no ofrece garantías. ‘Seattle’ o ‘Cancún’ o ‘Heiligendamm’ no significan que ‘nosotras’ somos el único principio y fin del cambio social. De hecho, ni tan solo significan que ‘nosotras’ existimos. Y pretender que sí, y que la historia es exclusivamente nuestra para hacer, tan solo nos deslumbra a donde pertenecemos. (Y si pertenecemos en algún lugar, lógicamente significa que no somos el todo)

¿CAMINANDO HACÍA LA LUZ?

Este ‘viaje-dialogo’ reflexivo que hemos intentado establecer – des de Heiligendamm hasta Latinoamérica, des de la política del cambio climático hasta las banlieues, des del movimiento de movimientos y volviendo otra vez – nos ha visto empezar con una pregunta y algunos miles de periódicos ha distribuir, y nos hemos encontrado varios temas y problemas que no se van.

Hemos empezado con el tema de la visibilidad porque subraya la relación entre movimientos y su dinámica de auto-reproducción. Es relativamente fácil pensar sobre movimientos forcejeando con la política institucional, como los experimentos electorales en América Latina, o el proceso del forum social, o intentos recientes a reordenar centros sociales en Europa. Dependiendo de tu perspectiva, estos son ejemplos de movimientos ‘vendidos’ o ‘creciendo’ o ‘siendo recuperados’. Pero las tres posiciones cometen el error de ver formas institucionales como algo de alguna manera separado de movimientos. O dicho de otra manera, las tres perspectivas ven movimientos como cuerpos discretos, con un ‘dentro’ y un ‘fuera’, en lugar de un movimiento infinito de relaciones sociales.

En el movimiento de los movimientos, constantemente se levantan con rapidez nuevas formas de organización y practica que están siendo constantemente decidiéndose y consolidándose. Por supuesto esto puede ser problemático: una vez establecido, identidades y rituales pueden convertirse en obstáculos inmensos a cambiar. Pero esto no significa que los movimientos mueren en cuanto empiezan ha coger raíz, o en cuanto se mueven hacia la luz de la exposición. Este proceso también es una manera en que movimientos moldean su propia luz. El ‘movimiento de movimientos’, por ejemplo, es una institucionalización de ciertos momentos de luchas, con Seattle como uno de sus acontecimientos más destacados. También ha ayudado a generar toda una serie de instituciones, que han desarrollado sus propias dinámicas. Las protestas en cumbres, por ejemplo, se llevaron a cabo alrededor del mundo, cada una construyendo en la otra con modificaciones ligeras y no tan ligeras. A la que ese ciclo de protesta parecía desvanecerse, se lanzó el proceso del forum social, construyendo un tipo distinto de experimento. Después del Forum Social Mundial en Kenya en el 2007, controlado y patrocinado fuertemente por ONGs, muchas sintieron que este proceso había llegado a su fin. Pero unos meses más tarde el Forum Social en EU demostró que es posible organizar algo que puede no tan solo durar unos días pero que produciría efectos en polinizaciones cruzadas y coordinando diferentes luchas.

De hecho los encuentros recientemente hospedados por las Zapatistas llevaron este punto a casa energéticamente. Ofrecieron un encuentro entre, por un lado, visiones de autonomía, horizontalismo y practicas no jerárquicas y, por otro, un intento real de hacer funcionar estas visiones en la realidad diaria – bajo la amenaza de ataque de paramilitares y rodeadas por fuerzas hostiles. Muchas ‘movimientistas’ consiguieron un INSIGHT en el funcionamiento de las ‘Juntas de buen gobierno’, un experimento a largo plazo en auto-gobierno llevado a cabo por los municipios autónomos Zapatistas. Un punto chocante de esta experiencia es el hecho de estar en un espacio donde hombres (y mujeres) con pistolas – el EZLN – están de tu lado. Pero si somos serias sobre producir cambio de forma visible y tangible, ¿cómo es esto posible sin crear instituciones de un tipo u otro? ¿De qué otra manera vamos a crear otros mundos de forma real?

Pero hay un segundo tema de luz y luminosidad. Cuando preguntamos la cuestión ‘¿qué significaría ganar?’, no estábamos preguntando por un programa de diez puntos. No queríamos ‘iluminación’. En cambio queríamos afirmar una política que reconoce que nadie tiene la solución, que cambiar el mundo es, al menos en parte, un proceso de ‘investigación compartida’, y que como primer paso podemos empezar a preguntar las mismas cuestiones. Este es un mundo aparte de la política de la vieja escuela de la certeza, dominada por confrontaciones polémicas, donde identidades y propuestas políticas son opuestas en contra de ellas, recreando huecos de identidad o ideológicos.

Por supuesto la idea de iluminación total es una fantasía. Pero es un engaño muy tentador, uno atado al mito del conocimiento total. Si tu miras fijamente al sol durante el tiempo suficiente, una imagen posterior se quedara grabada detrás de tus párpados. Después que el G8 se hizo con el tema del cambio climático, algunas concluyeron que tan solo necesitamos la narrativa correcta, una que demuestre que solo nosotras tenemos ‘la respuesta’. En vez de adoptar este enfoque, con todos sus matices de poder dual y contra-hegemonía, parece más productivo sacar otra lección de Heiligendamm. Mientras la gente preparaba el bloqueo de carreteras que llevaban a la cumbre, un consejo final fue distribuido: “A la que te vas acercando al cordón policial, no mires a las policías – mira a los huecos que hay entre ellas.”

Finalmente, hay un tercer hilo que une las ideas de luz y visibilidad. Durante todo este texto hemos usado la idea de ‘moviendo hacia la luz’ en el sentido de hacerte ver, ‘salir’ y ocupar espacio. Pero tiene un sentido distinto en las experiencias cercanas a la muerte: tú ves una luz, y una voz te invita a mover hacia la luz. En cierta medida, cambio significa morir. Significa abandonar la zona de seguridad, dejar una parte de ti misma, abandonando costumbres y certezas. Y en un sentido más amplio, movimientos deben flirtear con su propia muerte, con la posibilidad que pueden cesar de existir para da vida a otra cosa. ¿Nos atrevemos a plantear este reto? ¿Nos atrevemos a dar este salto de confianza? ¿Nos atrevemos a saltar por esos huecos, hacia lo desconocido, hacia la luz?

Diciembre 2007

Translations: EnglishGermanItalian, and Portuguese.

Buzz it!
  • Who we are

    Turbulence is a journal/newspaper that we hope will become an ongoing space in which to think through, debate and articulate the political, social, economic and cultural theories of our movements, as well as the networks of diverse practices and alternatives that surround them. Read more here

  • Turbulence on Myspace



Subscribe
Flattr this