Nuevo Pacto Verde: un callejón sin salida o una vía mas allá del capitalismo?
Un Nuevo Pacto Verde (Green New Deal) está hoy día en boca de todos. Barack Obama propuso una versión muy general; las Naciones Unidas están a favor, así como muchos partidos verdes en todo el mundo. En palabras del Green New Deal Group, un grupo influyente de economistas heterodoxos, verdes y activistas que luchan por la condonación de la deuda externa, un pacto de este tipo permitiría resolver la triple contracción generada por la crisis energética, climática y económica. Frieder Otto Wolf, ecosocialista y miembro fundador del Partido Verde alemán, sostiene que el reto para los movimientos globales no es tanto rechazar el Nuevo Pacto Verde, sino secuestrarlo. Tadzio Mueller, editor de Turbulence y activista de la Red por la Acción para la Justicia Climática, apuesta por algo diferente y mira hacia el nacimiento de un movimiento para la justicia climática. Turbulence ha puesto a estos autores cara a cara para discutir sobre la propuesta de entender el Nuevo Pacto Verde como una gran oportunidad para una izquierda global, idea que parece en general bastante débil.
Tadzio Mueller: Antes de centrarnos en la crisis de la izquierda (global), y en si el Nuevo Pacto Verde puede o no ser una oportunidad para su rejuvenecimiento, creo que existe una pregunta más importante que es necesario contestar. En concreto: hasta qué punto un proyecto de este tipo representa una gran oportunidad de rejuvenecimiento para el capitalismo global? Las tasas de beneficios (posiblemente con la excepción de los bancos bajo rescate estatal) están por los suelos. Por ahora no hay nada que pueda empujar hacia arriba el capitalismo, ni hoy ni en el futuro próximo – ni los sectores (la automoción, por ejemplo), ni las tecnologías (como las Tics), ni los procesos (como la globalización). El capital, dicho de otra manera, está en crisis y necesita, como sostiene Nicholas Stern, autor de un ensayo para el gobierno británico sobre los costos y oportunidades del cambio climático, “un buen motor de crecimiento para salir de este periodo y no basta, solamente, con alzar la demanda”.
Al mismo tiempo estamos inmersos en otra crisis extremadamente seria, la dicha biocrisis: mas allá de pensar el cambio climático sólo como una tendencia devastadora de la crisis socioecológica que afecta al planeta, tenemos que enfrentarnos a una importante pérdida de biodiversidad (a la cual algunos científicos se refieren como la sexta grande extinción de la historia del planeta), a una creciente escasez del agua corriente utilizable, a la sobrepesca, la desertificación, la destrucción de los bosques, entre otros. Existen procesos específicos que dirigen cada una de estas crisis (la destrucción de ecossistemas específicos; la presencia excesiva de CO2 en la atmósfera…), pero en última instancia todos ellos son resultado de una misma contradicción: la existente entre la expansión de la producción capitalista y las necesidades de la vida humana en sistemas ecosociales relativamente estables. La biocrisis es una crisis que afecta a nuestra vida (bios), a nuestra supervivencia colectiva en un planeta finito, dirigido por la necesidad del capital de un crecimiento infinito.
Por tanto, al hablar de cualquier tipo de capitalismo verde, sea éste o no un Nuevo Pacto Verde, el dilema se manifiesta en que el capitalismo no puede resolver este antagonismo, de la misma manera que no puede resolver el antagonismo entre capital y trabajo. Al revés, un Nuevo Pacto Verde lo que intenta es internalizar este antagonismo el nuevo motor de crecimiento. Ejemplos serían los coches verdes o las tecnologías de ahorro energético. Pero los coches eléctricos aún utilizan energía eléctrica producida gracias a combustibles fósiles. Por su parte, las tecnologías de ahorro de energía necesitan, en primer lugar, un gasto intensivo de energías para ser producidas y, en segundo, el ahorro que se ha conseguido se quema cuando las energías ahorradas se reinvierten en actividades que consumen más energía todavía, lo que se llama el efecto rebote.
Obviamente es posible imaginar teoricamente un capitalismo cuyo crecimiento económico se produzca a través de combustibles neutrales en términos de carbón. Pero en el mundo del capitalismo real, el crecimiento siempre ha significado un mayor uso de energías, más efecto invernadero y una mayor destrucción ambiental. Pensémoslo en términos de cambio climático: en los últimos treinta años ha habido solamente dos casos significativos de reducción de CO2. El primero fue el colapso de las economías socialistas estatales, orientadas al crecimiento de la Europa del Este, cuando el efecto invernadero de la economía soviética cayó en un 40%; el segundo es la actual recesión global, que comporta la reducción del consumo de gases y petróleo, y una caída del 5% en los niveles de emisión global. No quiero decir que un colapso incontrolado de la economía global, con las consecuencias globales que comporta, sea deseable; pero estoy seguro de que es imposible resolver esta biocrisis sin movernos del imperativo de crecimiento. Así que no creo que apoyar un Nuevo Pacto Verde sea una buena oportunidad para la izquierda, porque el proyecto consiste fundamentalmente en volver a dar fuerza al crecimiento capitalista –y es este crecimiento, en primer lugar, el problema.
Frieder Otto Wolf: Los debates actuales de la izquierda sobre si es necesario o no apoyar el Nuevo Pacto Verde son controvertidos y difíciles porque nos recuerdan dos problemas no resueltos. El primero es la vieja y nunca resuelta cuestión de la transición socialista, el proceso de transformación desde el capitalismo hacia el socialismo. El segundo se añade a un debate reciente sobre la relevancia de las cuestiones verdes en las políticas de la izquierda. En este contexto tan complejo, creo que la perspectiva de Tadzio frente a las diferentes propuestas en la mesa es demasiado simple. De hecho, la idea basilar de un Nuevo Pacto Verde es políticamente irrefutable, e imposible de atacar desde la izquierda. El primer elemento es obvio y se refiere al hecho de que la constelación de crisis actuales representa una ocasión histórica, una ventana de oportunidades, para un cambio social verdadero. El segundo es que es muy plausible que nuestra mejor elección para aprovechar esta oportunidad consista en combinar las dimensiones económica (aumentando el empleo) y social (mejorando los servicios públicos) del Nuevo Pacto original, con una nueva cuestión verde que enfoque la crisis ecológica. Esta idea ha generado una amplia batería de propuestas de iniciativas políticas que todavía no está cerrada –lo cual significa que es posible tanto modificarla como añadir nuevos elementos.
La izquierda tendría que entender la propuesta de un Nuevo Pacto Verde como un paquete de medidas de emergencia, que es necesario considerar de acuerdo a cuánto sean eficaces a la hora de enfocar los problemas inmediatos creados por las crisis actuales; y, al mismo tiempo, debería desarrollar la capacidad de que sus propuestas se dirijan explícitamente a cuestiones y políticas de transición. Esto significa distinguir entre las medidas específicamente propuestas y las ideologías que se supone que las apoyan y las propongan.
Permítanme mencionar algunos ejemplos concretos en contra de la posición muy general propuesta por Tadzio. La intervención del estado en los bancos puede ser efectivamente necesaria para evitar una crisis catastrófica de la finanza capitalista, con las consecuencias negativas que esto implicaría, como la perdida en términos de pensiones y de ahorros –pero esto es una cosa muy distinta que salvar inversiones privadas a costa de los que pagan los impuestos, sin conseguir ninguna regulación efectiva del sistema. Al mismo tiempo, utilizar un sistema de precios como herramienta para una reducción planificada de las emisiones de gases responsables del efecto invernadero a niveles aceptables puede ser una buena idea – mientras que instalar un sistema de mercado de emisiones con precios de liquidación, además introduciendo elementos de compensación (como los bonos de carbono), es una cosa bastante distinta. La intervención estatal que apunta a regular determinados mercados, o a definir limites ecológicos precisos, no es de ninguna forma lo mismo que crear lo que se podría llamar un capitalismo verde. Combatir el desempleo aumentando el gasto público es muy diferente a perpetuar la locura del crecimiento permanente.
TM: Pero la cuestión no es si apoyamos o no una u otra política específica entre las que están en la mesa. La cuestión es cómo estas políticas específicas se articulan dentro de un proyecto político y económico más amplio, que pueda reemplazar el espacio liberado de la implosión, por lo menos ideológica, del neoliberalismo. Cada uno de estos proyectos tiene que elaborar un discurso era. Y en este sentido, la función de un Nuevo Pacto Verde es la de permitir la conciliación entre la necesidad de reiniciar el crecimiento capitalista y la realidad actual de la biocrisis. Sino como te explicas que el Financial Times Deutschland haya apoyado el Partido Verde alemán en las elecciones europeas, describiendo su proyecto de Nuevo Pacto Verde como “un motor de innovación fiel al los principios de mercado”?
Hasta la versión mas innovadora del Nuevo Pacto Verde, la propuesta por el Green New Deal Group, es culpable de dos omisiones cruciales. Primero, distorsiona el viejo New Deal, presentándolo como un pacto tecnocrático entre hombres respetables, entre el genio de la economía, Keynes, y el político pragmático, Roosevelt. En los hechos, aquel pacto fue el logro de las luchas de potentes movimientos obreros que obligaron al gobierno estadounidense a muchas medidas socialmente progresistas – el New Deal fue el resultado de luchas amargas y muchas veces violentas. Segundo, distorsiona la relación entre capitalismo y biocrisis. De acuerdo al Green New Deal Group no es culpa del capitalismo industrial, o fosilista, sino “del modelo actual (neoliberal) de globalización”. Se olvida la destrucción ambiental del fordismo y del taylorismo; se ignora el hecho de que el movimiento ambientalista ha luchado para prevenir esta devastación antes de la globalización neoliberal.
Estas omisiones están muy lejos de ser casuales: son sintomáticas de los objetivos políticos del proyecto. Primero, al centrar la atención en la devastación creada por el neoliberalismo se esconde el antagonismo irrenunciable entre la necesidad de un crecimiento infinito y el hecho que vivimos en un planeta finito. De aquí que, reiniciar el crecimiento capitalista de repente pueda parecer una buena idea. Segundo, la ausencia de la lucha en este “cuento” permite a quienes lo presentan contar otra vez el cuento de hadas de un capitalismo que de alguna manera es capaz de integrar armoniosamente todas sus contradicciones internas, creando una situación artificial donde hay ventajas para todos: el capital (y sus ganancias), el estado (y su legitimidad), el trabajo (con los empleos verdes y buenos) y el medioambiente (que ha sido salvado). Pero cuando Roosevelt hizo estable temporalmente el antagonismo de clase, los que pagaron fueron el medioambiente (que fue destruido), el Sur global (que fue arrasado por un sifón), y las mujeres (cuyos cuerpos y cuyo trabajo fueron sometidos a un durísimo control). El Nuevo Pacto Verde esconde el hecho de que en el capitalismo hay siempre alguien o algo que debe ser explotado.
FOW: Tadzio critica el Green New Deal Group por contar cuentos de hadas y por olvidar la historia. Es así como, en primer lugar, resulta útil unpoco mas de perspectiva histórica de los hechos. Me gustaría aclarar algo que parece no ser considerado en la narrativa crítica que plantea el Nuevo Pacto Verde como orientado al crecimiento y ignorante del papel que juegan la lucha y el antagonismo. La primera vez que la idea se usó, provino de la izquierda! Cuando fue evidente –alrededor de 1989- que la Perestroika liderada por Gorbachov fallaba en ofrecer una alternativa democrática, social y ecológica dentro del socialismo soviético, un grupo significativo de ecosocialistas empezaron a pensar en una Perestroika en el Oeste. Esto quedó traducido –sin duda con concesiones- en el primer proyecto rojo-verde de lo que en aquel momento era la Alemania Occidental: un intento de los socialdemócratas y del partido verde de entrar en el gobierno conjuntamente.
Esta propuesta original de Nuevo Pacto Verde no hizo ninguna declaración de fe al capitalismo verde y se concentró en proponer políticas específicas que pudieran corregir los problemas de paro, degradación ambiental y ofrecer una batería de medidas simultáneas y coherentes. Estratégicamente, se centró en desarrollar alianzas entre los existentes movimientos de trabajadores y los nuevos movimientos sociales que surgieron de las rebeliones de los años 60. Los ecosocialistas que instigaron estas propuestas tenían la esperanza de abrir espacios de debate y de lucha que pudieran ofrecer oportunidades a una propuesta más profunda y favorecer, en última instancia, una transformación socialista de la sociedad alemana que evitara el fin histórico del debate sobre el estado socialista al estilo soviético.
Históricamente, el proyecto de un Nuevo Pacto Verde no es necesariamente una renovación del capitalismo. Ha enfocado tambien la introducción de mejoras concretas y la constitución de amplias alianzas alrededor de estas políticas pero sin cesar de indagar en vías que permitieran superar el dominio del modo de producción capitalista sobre nuestra sociedad.
Esto significa que debemos secuestrar el Nuevo Pacto Verde, no rechazarlo. De hecho: hay alguna otra alternativa disponible? En la situación actual, el rechazo sólo puede significar dos cosas y ambas son imposibles de defender. Una ,que no debe haber elementos “verdes” en las propuestas inmediatas de emergencia. O, la segunda, que pasaríamos directamente al socialismo, sin ningún tipo de apoyo en las llamadas demandas transitorias.
En lo que concierne a la cuestión de superar el capitalismo, hay un viejo debate dentro la izquierda que es una respuesta a la imposibilidad de realizar las revoluciones socialistas desde mitad del siglo XIX. A un lado se sitúan las posiciones “maximalistas” o “antipolíticas” que enfatizan la noción de una última “huelga general” que acabe con el capitalismo. En el otro, los defensores del “transformismo” defienden un proceso de transición. Desde los años 90 del siglo XIX este viejo desencuentro interno de los socialdemócratas ha sido redefinido como el enfrentamiento entre los defensores de la “reforma” (como un proceso pacifico gradual) y los partidarios de “la revolución” (como una toma violenta de los poderes establecidos). Esta segunda fase de debate se vio renovada después de la exitosa Revolución de Octubre en Rusia, cuando la idea de las demandas transitorias se convirtió en un concepto central para definir con mayor detalle lo que Rosa Luxemburgo y Lenin habían definido como la revolución de la Realpolitik.
La idea que subyacía las demandas transitorias era la de articular posiciones que consistían, por un lado, en reivindicaciones para conseguir mejoras concretas -un ejemplo serían las luchas para reducir las jornadas laborales. Pero, por otro lado, estaba la lucha por aquellas demandas (muy razonables) que permitirían lograr un momento revolucionario, haciendo hincapié en las relaciones de poder asociadas a la dominación de clase, e iniciando un proceso de mayor radicalización de las masas. Por razones contingentes, fue con ese debate en mente que partes de la izquierda radical en los Estados Unidos vivieron el New Deal –tanto dentro de la administración de Roosevelt, como en el sector vinculado a las insurgencias de las organizaciones de trabajadores relacionadas con la emergencia del sindicato radical y confederal, la CIO (Congresso de Organizaciones Industriales). En general, ellos no trabajaban bajo la ilusión de que ya existía un proceso de transición al socialismo, sino que creían que las políticas del New Deal podían abrir un sendero hacia aquella transición.
Rechazar el Nuevo Pacto Verde en su conjunto comporta no aprender lección alguna de aquellas que en las izquierdas teníamos que haber aprendido hace tiempo. Es mala política, y repite la desafortunada tendencia en la izquierda a desdeñar las meras mejoras, como por ejemplo aquellas logradas por medio de lo que se llamaba de manera extremadamente crítica como “sindicalismo”, mientras se pierde completamente el contacto con la realidad histórica.
TM: Seguramente Frieder tiene razón cuando dice que no es suficiente rechazar simplemente algo, sólo por el hecho de que sea capitalista sin ofrecer otras alternativas, sobre todo dentro de una crisis social y ecológica tan aguda como es la actual. Pero este no es el caso del movimiento global contemporáneo por la justicia climática. En las movilizaciones hacia la cumbre sobre el clima de Copenhagen, la Red de Acción por la Justicia Climática ha articulado una batería de posiciones que esperamos que puedan funcionar mucho más como demandas de transición o direccionales. Algunos ejemplos pueden ser: “dejar los fósiles en la tierra”; “reconocer y reparar la deuda ecológica”; “reforzar los controles comunitarios sobre los recursos y la producción, tanto de comida como de energía”. Estas demandas se pueden resumir en dos temas principales. El primero es el de la justicia climática, a través del cual afirmamos que no hay manera de resolver la biocrisis que no pase por la redistribución masiva de riqueza y poder –y que al mismo tiempo implica que la biocrisis puede resolverse solamente a través de luchas colectivas. El segundo tema es, en búsqueda de una mejor definición, el decrecimiento, que se refiere a la necesidad de reducciones económicas planificadas de manera colectiva.
No se trata solamente de demandas presentadas a un gobierno o a una institución internacional (lo cual no significa que la acción gubernamental no juegue un rol importante). Al mismo tiempo son cuestiones alrededor de las cuales múltiples movimientos y posiciones pueden ir juntándose (lo que podemos llamar efectos compositivos). Nos proporcionan una visión antagonista que nos ayudará a escapar a la cooptación inmediata vivida por los movimientos globales (como en el caso del G8 de Gleneagles y la campaña Make Poverty History). Finalmente, nuestra lucha sobre estas reivindicaciones nos permitirá aumentar nuestro poder colectivo para lograrlas.
FOW: Pero el solo hecho de llamar con un nombre diferente a la transición hacia el socialismo –sea “decrecimiento” o “justicia climática” –no resuelve el problema fundamental de la constelación actual de fuerzas sociales. Dicho de manera muy breve, no existe a día de hoy ningún sujeto político que tenga de manera plausible la capacidad de empezar efectivamente un proceso de transición socialista en ninguno de los países importantes dominados por un modo de producción capitalista.
TM: Estoy de acuerdo con tu posición, cuando dices que las fuerzas sociales de la izquierda por el momento son bastante débiles – quizá con la excepción de América Latina. Pero no entiendo como, si empezamos desde esta debilidad, puedes llegar a la conclusión de que necesitamos empezar a eligir entre aspectos diferentes de diferentes nuevos pactos verdes, apoyando algunos y rechazando a otros. (De todas maneras, dadas las potentes fuerzas sociales ya en campo, nuestro apoyo puede ser bastante irrelevante). La eficacia de nuestra oposición dependerá seguramente del grado de poder colectivo que seremos capaces de construir en la situación actual! Y construir poder colectivo, diría yo, requiere la construcción de un sujeto, o sujetos, antagonistas, que se pueden construir sólo definiendo posiciones de oposición frente a las propuestas actualmente en la mesa.
En este proceso es importante recordar la lección del movimiento alterglobalista en el que muchas de las inspiraciones conceptuales e ideológicas para un ciclo de lucha global vinieron desde los movimientos del sur y no desde los centros de pensamiento político del norte. Yo creo que lo mismo está ocurriendo hoy.
El concepto de justicia climática se ha inventado en el Sur global y un movimiento se está constituyendo alrededor de esta consigna. Hoy en día se basa alrededor de una coalición de movimientos del Sur del mundo, que incluyen la red ambientalista Indígena y el movimiento global de campesinos y pequeños propietarios que es Vía Campesina, junto a grupos de activistas autónomos del Norte, como el Campamento por la Acción Climática en el Reino Unido. Pero va creciendo rápidamente mas allá de sus fundadores. Para decirlo de otra forma: los movimientos globales, después del fin del ciclo de las luchas contra el neoliberalismo, empiezan a aglutinarse alrededor de la problemática de la biocrisis. Todavía no sabemos donde estos movimientos nos van a llevar, y como será este nuevo ciclo de luchas. Pero, aunque necesite tiempo, yo creo que es ahí donde está el mayor potencial de transformación social y ecológica para salir de esta crisis, más que en el apoyo a un Nuevo Pacto Verde que apunta de manera activa en volver a empezar la locura del crecimiento capitalista.
FOW: Si te entiendo, pareces sugerir que la crisis climática, o la biocrisis, como la llamas, sea esencialmente una consecuencia de una crisis general del capitalismo. Pero, esto es verdad? Estamos enfrentándonos simplemente con la crisis del capitalismo, como me pareces sostener, o simplemente una crisis ecológica, como parecen afirmar algunos de los principales movimientos verdes? Yo diría que la humanidad está enfrentándose, en los hechos, a una pluralidad de crisis sincrónicas que no se pueden reducir una a otra. Si este es efectivamente el caso, sería un grave error histórico y político mirar a la crisis ecológica como crisis exclusiva del capitalismo, y centrarse en luchar contra la última ignorando la especificidades de la primera.
Para aclarar: señalar que tengamos que distinguir la crisis ecológica de la crisis de acumulación del capital no significa salvar el capitalismo de las problemáticas verdes. Hay buenas razones para afirmar, como dice en su último libro Joel Kovel, científico y activista que vive en Estados Unidos, que el capitalismo es “enemigo de la naturaleza” –en última instancia. La cuestión a la cual hay que responder en términos concretos es si hay que encontrar una materialidad y una contradicción específicas en la manifestación contemporánea de una crisis global ecológica de la humanidad. En breve, hay una autonomía, por relativa que esta sea, entre la crisis ecológica y las subidas y bajadas del capitalismo? Esta crisis ecológica global es tan importante que algunos expertos la están analizando como alba de una nueva edad geológica, que llaman Antropoceno, por la importancia de la activad humana como principal causa de los cambios ambientales a nivel global. En lugar de pensar como Tadzio que sería una locura apoyar al Nuevo Pacto Verde, yo pienso que, en los hechos, la locura se encontra en su no reconocimiento de que, por ejemplo, el cambio climático o el colapso de la biodiversidad tienen una lógica propia.
Mas importante todavía, las dinámicas de la crisis ecológica conllevan dos nuevos elementos a los cuales cualquier reflexión sensata sobre los debates estratégicos actuales debe prestar atención. El primero, la noción de irreversibilidad, y, segundo, la noción de la urgencia específica de encontrar una solución en un lapso de tiempo determinado (y de hecho bastante breve). El cambio climático –debido a los ciclos de tiempo profundamente diferentes en los cuales se desarrolla con respecto a los ciclos de la política o a los ciclos de la acumulación capitalista– amenaza con crear una situación irreversible en la cual la propia base de la cultura humana estaría destruida. Entonces, cualquier política basada en el principio “cuanto peor, mejor” –donde el progresivo empeoramiento de la situación puede verse como la razón principal y la garantía de una práctica revolucionaria efectiva– sería totalmente irresponsable, y sería (justamente) rechazado por parte de las multitudes a cualquier nivel. No hay tiempo para perderse en la tarea complicadísima de esperar que la izquierda acepte, a través de un debate político estratégico, este punto básico. Si no se introducen medidas decisivas en los próximos diez años, quedará muy poco por salvar –lo cual significa que en la situación histórica actual conseguir alivios inmediatos y ganar tiempo tienen que ser nuestras prioridades.
TM: Cuando me centro en la cuestión del capitalismo y del crecimiento capitalista, no quiero en absoluto negar el hecho de que la crisis climática –y más en general la biocrisis– tenga dinámicas internas propias que no se pueden reducir a las dinámicas de la acumulación de capital. Obviamente el cambio climático está obligando a la izquierda radical a repensar el cuadro de sus prácticas políticas. La humanidad, sin embargo, por cuanto sea explotada, oprimida y sujeta a dominación, tiene la increíble capacidad de regenerarse (casi) siempre. Adjúntale un poco de concepción hegeliana de la historia, y ya tienes una teleología en la que los comunistas estaban seguros que en última instancia la victoria sería suya.
Sin embargo, al llevar al sistema climático mas allá de su estado actual de equilibrio, sería imposible volver al estado precedente –es decir que esperar de ganar en algún tipo de batalla final sería simplemente imposible. En breve, sí, hay una urgencia alrededor de las crisis ecológicas, y es justamente esta urgencia la que nos obliga a repensar algunas cuestiones. Pero no estamos de acuerdo en lo que es necesario repensar.
Primero, invocar la urgencia es esencialmente un paso político indeterminado. Quiero decir que cualquiera que invoque la urgencia generalmente lo hace para explicar por qué su propio programa debería tener prioridad respecto a los otros, y sobre el curso normal de las cosas. Es decir, no hay que hacer caso omiso de las llamadas a una acción “urgente”, pero hay que tomarlas con un grado de sano escepticismo.
Segundo, Frieder sugiere que al solapar la crisis climática con la del capitalismo estoy eludiendo la compleja cadena que media entre los dos fenómenos. Esto, afirma, me permite subrayar el capitalismo a coste de aquellos pasos que podrían realmente y en poco tiempo atacar la enormidad de la crisis climática. Sin embargo, el hecho de que, hasta el día de hoy, hayan sido únicamente las reducciones de crecimiento económico que han producido reducciones notables del efecto invernadero nos enseña que el capitalismo es el enemigo de la naturaleza no solamente en un último análisis místico, sino cada día, inmediatamente. Por ejemplo, hasta qué punto es realmente compleja esta cadena de mediaciones si el colapso de la economía soviética del 40% ha producido una reducción del 40% del efecto invernadero durante los años 1990?
Como último elemento, desde una perspectiva pragmática, no se entiende por que habría que gastar un montón de tiempo buscando maneras de reducir las emisiones que no sabemos si funcionarán (pensamos por ejemplo en los intentos de que el sistema del mercado de emisiones funcione), cuando ya sabemos que hay una vía? Para mí, la urgencia nos empuja a rechazar el Nuevo Pacto Verde, porque es fundamentalmente un proyecto que persigue establecer otra vez el mecanismo del crecimiento capitalista. Sobre esta cuestión, son los movimientos anticapitalistas “radicales” los mas realistas, y son las posiciones moderadas las que se basan en un mero pensamiento esperanzador. En el mundo del capitalismo verde real, lo que conseguiríamos sería más comercio de emisiones (que, según algunos, será la próxima burbuja en explotar) y una mayor compensación de emisiones, como por ejemplo la posibilidad de pagar a compañías medio raras para generar reducciones de emisiones que permitan al Norte continuar a contaminar – un proceso que muchas veces ha comportado la destrucción de enteras comunidades indígenas, sin algún efecto positivo en términos medioambientales. Provocar alivios inmediatos en términos de cambio climático significa empezar a dejar los combustibles fósiles en la tierra, significa moverse hacia un sistema global de soberanía alimentaria, significa romper los derechos de propiedad intelectual, transformar el comercio global y el sistema de transporte, y mantener una economía de crecimiento cero.
FOW: Para mí el centro del debate queda establecido en las pocas palabras de un dicho chino que Mao Zedong solía utilizar, “un viaje de diez mil millas empieza desde el primer paso”. Sin la capacidad de indicar de manera efectiva un primer paso significativo y posible de lograr, las visiones radicales se revelan poco viables. Nada más que castillos en el aire para sostener esperanzas en un futuro mejor. Y estas visiones y esperanzas demasiadas veces dan pie a una “parálisis revolucionaria”, que prefiere no hacer nada (que no sea escribir tratados teóricos) para evitar ensuciarse las manos en la vicisitudes de la practica política. Aceptar esta idea del primer paso nos obliga a repensar nuestras visiones socialistas, ecosocialistas y ecofeministas de manera más concreta.
Sin una urgencia subyacente no habrá nunca avances significativos en los debates políticos y teóricos. Es justamente ahora el momento en que nos enfrentamos al productivo desafío de tener que profundizar nuestras visiones ecologistas, feministas, y socialistas/comunistas. Sólo si avanzamos en esta profundización seremos capaces de distinguir los primeros pasos positivos de los pasos falsos. Los pasos falsos sirven para cerrar cualquier otra opción de un cambio radical y de una transformación estructural, y nos conducen a perder tiempo en callejones sin salida, como fue el caso de la propuesta de depender de los agrocombustibles para mitigar la crisis energética. Estos combustibles efectivamente han exacerbado la crisis global de la alimentación y su coste en términos de balance de emisión es igual de malo o peor que en el caso de los combustibles fósiles.
Los pasos positivos, por otra parte, non sólo constituyen una mejora efectiva y nos permiten ganar tiempo –sino que abren ventanas de oportunidad para profundizar en los cambios que permitirán imponer cuestiones de transformación social en la agenda histórica. Un ejemplo es la propuesta de hacer verdes el conjunto de las casas y viviendas, tanto para crear trabajos verdes y reducir el efecto invernadero, como también para abrir un amplio espectro de posibilidades a iniciativas locales y cooperativas capaces de cambiar la vida cotidiana de mucha gente.
Por esto no podemos rechazar la problemática que subyace en las propuestas actuales de un Nuevo Pacto Verde, aunque tengamos que prevenir que éstas sean controladas por parte de los Partidos Verdes como algo sobre lo que tienen casi un monopolio. Al contrario, tenemos que luchar para que sean nuestras propias luchas. En esta situación, secuestrar la idea del Nuevo Pacto Verde es la mejor y única opción para volver a poner el mundo en camino hacia una transformación ecosocialista.
Nuevo Pacto (New Deal)
Nombre dado por el presidente estadounidense F.D. Roosevelt a un conjunto de políticas sociales y económicas editado en 1933-1935. Incluían medidas de seguridad social y creación de empleos, bien como inversiones estatales masivas en infraestructura y la imposición de regulación mas estricta sobre el sector financiero. El Pacto, que daba a los trabajadores mas libertad de organización a fin de exigir y lograr salarios mas altos, tenia el objetivo inmediato de ofrecer alivio a las masas empobrecidas de la Grande Depresión, y empezar a sacar el país del descenso económico. En su libro, la Audacia de la Esperanza, Barack Obama describe el Nuevo Pacto como el intento de FDR para “salvar el capitalismo de si mismo”. Mientras el programa fue mas tarde asociado con las ideas del economista John Maynard Keynes, apenas en 1936 este último publicaría su General Theory, luego algunos años después del inicio del Pacto. De hecho, fue principalmente como consecuencia de la presión de los trabajadores y otros movimientos sociales que industrialistas y políticos se vieron forzados a aprobar este tipo de política progresistas.
Nuevo Pacto Verde (New Green Deal)
Aunque la idea haya emergido en debates ecossocialistas en la Alemania de los 90, el término hoy se refiere principalmente a propuestas con el intuito de solucionar “la triple crisis” (es decir, la combinación de las crisis económica, energética y del ambiente) por intermedio de un programa de inversión en “tecnología verde” y “empleos verdes” de larga escala. Las orientaciones políticas de las propuestas varían, desde la derecha, que lo ve como una oportunidad de modernizar ecológicamente el capitalismo contemporáneo, a la izquierda – como el Green New Deal Group del Reino Unido –que lo ven como una oportunidad de lograr un reajuste significativo de las estructuras globales de poder y avanzar una serie de agendas progresistas. A Green New Deal: Joined-Up Policies to Solve the Triple Crunch (Un Nuevo Pacto Verde: Politicas Integradas para Solucionar la Triple Crisis) está disponible en www.greennewdealgroup.org
Frieder Oto Wolff es un ecosocialista y miembro del Partido Verde alemán en la época de su fundación (1982). Entre 1984 y 1999, fue derrotado, representó el partido en el Parlamento Europeo. En este periodo ha seguido activo como filósofo político y profesor de filosofía en la Universidad de Berlín, bien como en diferentes redes políticas.
Tadzio Mueller participa activamente de la Climate Justice Action Network (Red por la Acción para la Justicia Climática) (www.climate-justice-action.org) y ha escrito muchos artículos sobre el capitalismo verde y el Nuevo Pacto Verde, entre ellos ‘Another capitalism is possible?’ (‘¿Es otro capitalismo posible?’), en Abramsky, K. Sparking a world-wide energy revolution: social struggles in the transition to a post petrol world. (Encendendo una revolución mundial de la energía: luchas sociales en la transición rumbo a un mundo pos-petroleo). Es uno de los editores de Turbulence.
Traducido por Fric Horta Begoña Martinez y Francesco Salvini.
This Spanish translation originally appeared in the Spanish edition of Turbulence published in April, 2010, available in full here [PDF]. The English original was published in Issue 5 of Turbulence.