Leyes naturales, sistemas sociales y los límites del crecimiento

20 natural laws

Foto: BK59 on flickr cc Attribution 2.0 Generic

En los 90 yo pensaba que el cambio climático, en la década siguiente, iba a volverse cada vez más discernible de la variabilidad climática de fondo –pero que se traduciría en una problemática relativamente lenta y distante para la humanidad. Pensaba que la actual extinción masiva de especies, la sexta en la historia de la Tierra, plantearía problemas más urgentes para un número mayor de personas. Resulta que, al igual que muchos otros científicos y activistas, subestimé tanto la magnitud a corto plazo de los efectos de la creciente concentración de gases invernadero (como el dióxido de carbono) en la atmósfera como la velocidad con la cual dichos cambios se están produciendo. Esto pasó, en parte, a causa de las subestimaciones dominantes de las cantidades precisas de combustibles fósiles que serían globalmente utilizados: las emisiones de gases actuales superan incluso las predicciones más pesimistas sugeridas en ese entonces. Se suma a ello que hemos descubierto que los ecosistemas, y las personas que dependen de ellos de modo más directo, son altamente vulnerables a cambios climáticos relativamente pequeños. Y con frecuencia las consecuencias resultan devastadoras. En cambio, los ecosistemas parecen ser relativamente resilientes a la pérdida de especies individuales, dado que otras especies funcionalmente similares suelen ocupar el rol de la especie extinta.

Sin embargo, existe una narrativa más amplia acerca de las equivocaciones de los científicos ambientales como yo en el pasado reciente. En su mayor parte, dejamos de hablar sobre los límites del crecimiento económico infinito en un planeta hecho de materiales finitos que pueden ser transformados en recursos utilizables –y de los límites del subsiguiente procesamiento ambiental de los materiales de desecho generados por esta transformación. En 1972 el (tristemente) célebre estudio Los límites del crecimiento publicado por el Club de Roma fue inmediatamente cuestionado por los economistas del libre mercado. Este cuestionamiento fue personificado por la apuesta establecida entre el economista Julian Simon y el científico Paul Ehrilch en torno al precio de los metales. Ehrlich apostó que el precio de los metales selectos aumentaría a medida que su escasez se incrementara. Simon, por su parte, afirmó que los mecanismos del mercado producirían una caída en los precios. Y, de hecho, éstos cayeron. El resultado de esta apuesta constituyó una ayuda más para que la intensificación de la influencia de la ideología neoliberal que afirmaba que la inteligencia del mercado podría ella sola llevar a que el progreso social eluda cualquier límite ambiental.

Sin embargo, el cambio climático ha sido descripto como “el mayor fracaso del mercado en la Historia” por Nicholas Stern, ex Economista Jefe del Banco Mundial. Los científicos ambientales están hoy de nuevo donde estaban en la década de los 70, teniendo que argumentar que los límites son reales y que no encontraremos seguridad en las manos invisibles de la economía del laissez-faire.

Ehrlich perdió la apuesta porque no logró comprender que los precios son sensibles a las innovaciones tecnológicas que pueden incrementar la oferta, y que la demanda puede alterarse ya que en ocasiones nuevos materiales pueden sustituirse si los precios aumentan. Sin embargo, Simon estaba fundamentalmente equivocado: los mercados pueden extender los límites ambientales, pero no pueden abolirlos. En el 2008 el investigador Graham Turner analizó la información real sobre el crecimiento económico, la población, la producción de alientos y demás entre 1970 y el 2000 y comparó estos datos con las predicciones del Club de Roma sobre el mismo período. Los pronósticos estándar se comparan “favorablemente” con lo que verdaderamente ocurrió en el mundo real. La mala noticia es que este modelo predice que de continuar el crecimiento económico durante el inicio del siglo XXI, y de seguirle el ritmo la población y la producción de alimentos, se producirá un creciente estrés ambiental a causa de los agentes contaminantes de larga vida que resultará en un colapso global –una drástica reducción de la actividad económica, de la producción de alimentos y de la población humana- en la mitad del siglo, cuando se infrinjan los límites ambientales.

Nuestro sistema socioeconómico está construido por personas y no obedece a “leyes naturales” de la economía similares a las de la física. Sin embargo, es un subsistema situado al interior de una biosfera, y ciertamente opera de acuerdo con las leyes de la física. Sin un mayor reconocimiento de estos hechos es muy posible que pronto veamos hasta qué punto podemos llegar a desestabilizar nuestras sociedades al ignorar sus efectos en el sistema de la Tierra.

El Dr. Simon Lewis es investigador del Instituto de la Tierra y la Biosfera de la Universidad de Leeds, donde estudia los modos en los cuales los humanos están alterando los modos de  funcionamiento de la Tierra en tanto sistema. También está involucrado con Climate Camp (Campamiento de Accion contra el Cambio Climatico) en el Reino Unido.

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